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Mensaje por Invitado Sáb Mar 19, 2016 9:12 pm

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Greenwich Village
20/02 · 13:00

Ladeó con suavidad el rostro, contemplando las facciones de la muchacha sólo por segundos, una ruta visual que se rompió en el momento que ella encendió la radio y tuvo que volver su atención a la carretera. —¿Acaso quieres matarnos? Cambia eso o al menos bájale el volumen— se quejó ante lo alto que sonaba una de esas canciones villeras que a la ojiazul parecía encantarle poner cada vez que se subían al auto. No tenía idea de donde había aprendido español o conocido a esos grupos tan particulares, pero aunque los ritmos podían ser extrañamente pegadizos, no dejaban de ser algo estrafalarios. Y ahí estaba él conduciendo mientras inesperadamente, si escuchaban con atención, un suave y casi imperceptible susurro salido de sus labios acompañaba la tonada. Si, al final no importaba cuanto protestara por ello, siempre terminaba siendo seducido por sus pintorescos gustos de encantadora mujer.

Eran alrededor de la una de la tarde y el día no pintaba tan mal. Había pasado una semana desde que Darius le pidiera la mano, logrando convencer a la rubia de que se mudara con él, y ahora estaban rumbo al nuevo departamento que decidieron alquilar juntos. El británico ya poseía uno de lujo en una de las zonas más importantes de Manhattan con vista al río Hudson, pero si iban hacerse responsables de los gastos por igual, para tranquilidad de ella, no podían permanecer en el. Conocía muy bien lo que esa decisión significaba para Ema y por eso aunque en el pasado ese tema casi se había vuelto tabú, al fin ella daba su brazo a torcer con la promesa de no dejarla de lado en todo lo relacionado al pago de las necesidades básicas.  Sinceramente no era un acuerdo del total agrado para el mayor de los Bloodworth, que al gozar de una excelente solvencia económica se podía permitir ser responsable de todo con tranquilidad, pero ese no era el caso y para ella las cosas no funcionaban así.  

La nueva residencia quedaba en Greenwich Village, concretamente en la esquina de Bedford con Groove. Llegaron junto con el camión de mudanza, dando las indicaciones necesarias para que fueran desembarcando lo más pesado luego de que bajaron del coche. —No sé si sea yo pero, ¿no te parece que la última vez que vinimos, este lugar tenía mejor pinta? El de la mudanza se herniará subiendo todas tus cosas hasta el séptimo piso— y como si él no planeara hacer esfuerzo alguno por ayudar, se cruzó de brazos frente a la fachada del edificio con una expresión incrédula, aunque sus palabras venían exageradas en algún punto pues la mayoría de cajas le correspondían a él, y en todo caso el lugar contaba con un ascensor que haría menor su suplicio, pero le gustaba molestarla, era divertido.
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Mensaje por Invitado Dom Mar 27, 2016 4:13 am

Making memories of us




Greenwich Village
20/02 · 13:00

Me moví en el asiento del copiloto, al ritmo de la música y un estridente -Mabeeeel, para de tomar, que el alcohol te esta matando y le das pa delante y le das para atrás, Mabel...- no era un as para el español pero haber estado seis meses cursando Microbiología con una Argentina que estaba de intercambio en la Universidad de Manhattan había hecho que me gustara el ritmo de la música que ella escuchaba todo el tiempo. Lo más gracioso era su acento, diferente al resto de los habitantes de su país y pegadizo. De su estadía me había dejado unos frascos de dulce de leche, el gusto extraño por el "mate" y la cambia villera, algo que aún hoy, dos años después, seguía escuchando y tratando de actualizar a través de Internet. Sabia que a Darius no le gustaba demasiado, o al menos en un primer momento porque siempre lo descubría moviendo el pie a ritmo, a mi no me engañaba, era un villero oculto.

Intente sostener a pelusa que hasta hacia un minuto reposaba en mi regazo pero fue imposible. El movimiento que hacia al tratar de bailar en mi asiento y el ruido de la música al iniciar sumado a mi horrible canto hizo que saltara a las faldas de su nuevo padre, eso era traición y me la cobraría en algún momento. -no puedo, es la música la que guía mis movimientos no yo a ellos. Mira a Knuckles le gusta- la perra ladro un par de veces en lo que bajaba el volumen pero sólo un poco, tampoco pensaba cambiarle. Era como una conexión entre ese coche y esa música que no podía evitarlo, era mas fuerte que yo, además de alguna manera tenia que esconder los nervios que me daban el estar haciendo esto. No era que pasaría una noche completa con el o que decidía no irme en la noche como había hecho en el pasado, era mudarme completamente con el. Y no sólo eso! En mi mano izquierda descansaba un hermoso anillo, muestra de un compromiso y próximo casamiento. El corazón me latía con mas fuerza cuando lo pensaba. Más de uno pensaba que estábamos locos, incluso yo. Pero si siempre me valí de mi instinto ¿porque dejar de hacerlo ahora?

Las reglas estaban pautadas y por eso el nuevo hogar seria en Manhattan, algo bastante mas grande que mi monoambiente y mas lujoso. Me gustaba bastante aunque tenia que sacar mas cuentas mentales que antes, no queria ser una mantenida. - yo creo que luce muy similar, hemos venido hace una semana, no puede haber cambiado- me encogí de hombros bajando del carro con mi bandolera al hombro y una caja con libros - ¿piensas quedarte ahí todo el día? - aunque sabia que era broma no podia quedarme en silencio ante sus palabras, necesitaba rematarlo - podemos tirar todo a la basura ahora mismo, yo lo apruebo- bese su mejilla antes de entrar al lugar. -si, mi nuevo hogar- suspire con una sonrisa.

Canción de Mabel:
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Mensaje por Invitado Dom Mayo 08, 2016 7:44 am

Making memories of us


No tardó en darse cuenta que el plan para molestarla había fallado, aunque de alguna forma se lo esperaba al ser la rubia una difícil contrincante. —Parece que haber dejado que escuches esas canciones durante todo el viaje te ha llenado de mucha confianza. Tanta que incluso me desafías— criticó haciéndose el ofendido mientras tomaba a Pelusa en brazos y dejaba a Knuckles cuidando que los tipos de la mudanza no olviden ni una sola caja; la perra era muy buena para intimidar si se lo proponía. Sin embargo a Darius seguía sin convencerle demasiado aquel lugar tan simple, pero estaba claro que sacrificaría todo lo acostumbrado por ella, al menos por esos meses previos a la boda y ya después la convencería de que ceda a su estilo de vida mas sofisticado.

Le dio el alcance justo cuando decía que esa sería su nuevo hogar, algo que él corrigió enseguida dándole una leve palmada en el trasero para llamar su atención. —Nuestro nuevo hogar querrás decir— rió bajo pasando rápido por su lado para entrar en el ascensor interno que tenía el edificio. Al menos ese era un punto bueno que rescatar del lugar, ya que aunque por fuera parecía un sitio convencional, por dentro al menos gozaba de aquel aparato tan necesario si quería subir al piso siete sin terminar sudando como un cerdo. —Hablé con los de servicios básicos y dijeron que los instalarían mañana, así que tu decides si quedarnos hoy o volver temprano— el elevador se cerraba para comenzar a subir. Ya en su destino se podía ver como al final del pasillo la puerta del departamento estaba abierta y un anciano encorvado y medio calvo salía a darles el alcance para entregarles sus llaves.

El saludo fue breve y cordial antes de que la figura del veterano desapareciera de la vista de ambos. Todo muy normal y hasta rutinario, pero cuando el londinense se asomó al umbral una luz cegadora que se introducía por el ventanal de enfrente le dio directo en la cara tanto a él como a Pelusa, motivando que el felino salte de sus brazos para ir a recorrer el lugar. —¿Eres tu, Dios? Porque soy agnóstico— bromeó atrapando a la ojiazul con un abrazo a la altura de su cintura desde atrás, apoyando el mentón en su hombro mientras las cajas iban ingresando una a una. —Estoy pensando seriamente en devorarte, hoy no desayuné— mordió su cuello con suavidad, notando que uno de los sujetos de la mudanza se les quedaba viendo algo sorprendido para luego seguir con su trabajo.
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Mensaje por Invitado Miér Mayo 11, 2016 9:10 pm

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Alce una ceja sonriendole con picardía -No te sientas tan superior, cariño. Puedo desafiarte en cualquier momento y con lo que sea. aunque es verdad, la música siempre ayuda- aquella melodía siempre me animaba aunque no fuera lo que escucharía todo el tiempo, en algunas ocasiones era buen estimulante para seguir adelante. Llevaba un frasquito con incienso, un tesoro que guardaba desde hacía bastante tiempo para una ocasión especial. Según su antigua dueña, era para las buenas vibras, ¿que mejor momento que este para llenar el lugar de armonía?

Di un brinco al escucharlo y sentir su palmada -Ups, estabas aquí - sonreí- Es verdad, nuestro nuevo hogar- besé su mejilla al subir al ascensor. Aun cargaba con aquella caja llena de libros sumado a un helecho, la planta del amor según los floristas de la avenida "Si puedes mantener vivo un helecho, puedes mantener cualquier relación" por eso la había adquirido una semana antes, para que inicie su vida junto a la nuestra. Mire nuestros reflejos en el espejo -Una cena de delivery a la luz de la vela suena muy romántico... aunque estemos todo sudados- incliné la boca hacia un costado, pensativa.

Entré dejando la caja en el piso a un lado de la puerta, saludando cordialmente al portero con cara de simpático y bonachón. Reí ante las palabras del castaño apreciando la luz que entraba por el ventanal que daba al balcón del frente del departamento. Me dejé atrapar por sus brazos posesivos, acariciando el cruce de sus manos mirando hacia el exterior. Sus palabras siempre tenían una conexión directa con mis sentidos, logrando que reaccionara ante cualquier insinuación de su parte. Cerré los ojos por un instante suspirando -justamente hoy huelo a café, ¿no lo sientes? Me lo derrame justo aquí- tomé su mano elevándola mi escote e hice que un par de sus dedos sintiera el contacto incluso con la ropa. El café era su infusión preferida, se entendía cual era el contexto de mis palabras. Me reí al abrir los ojos y comprobar que aquel trabajador nos estaba observando. Juro que vi como se sonrojaba antes de seguir con sus actividades
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Mensaje por Invitado Lun Mayo 16, 2016 7:56 pm

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Pasar una noche de esa forma tan precaria no lo animaba en lo absoluto, pero tenía que admitir que ella era buena para distraer su atención de ese contratiempo. No le gustaba el café, le encantaba. —¿Acaso lo derramaste a posta? Porque si es así tendré que castigarte hasta que aprendas a beberlo correctamente— las palabras que debieron ser severas no lo eran, por el contrario, estaban cargadas de un tonó insinuante mientras la mano que antes tomó se deslizaba por su cuerpo, lenta pero con la fricción necesaria para que ella pudiera percibirlo. —Esta blusa no me gusta, ¿Y si te la arranco?— susurró con malicia tras jugar con los pliegues de la prenda, dejando que la mano viajera hurgara atrevidamente debajo de la delgadez de la tela, tocando la piel de su vientre hasta conseguir adueñarse de uno de sus pechos sobre aquel sujetador de encaje. Sabía que a ella le gustaba el peligro, y a él le divertía de una forma perversa esa situación.

Alguien con el mínimo de vergüenza se contendría, pero ese no era el caso de aquel castaño engreído que disfrutaba dejar en claro su postura sobre la rubia. Una mujer tan altamente deliciosa no podía ser de nadie que no fuera él, solo de él. Por supuesto la amaba, siendo la principal razón de que aquel deseo irrefrenable se incrementara al tenerla cerca. ¿Hace cuanto estuvieron a solas entre cuatro paredes? Apenas horas antes, pero parecían días enteros. Nunca lo experimentó así, y eso lo encendía. Lamentablemente nada podía durar tanto, y lo supo cuando uno de los sujetos empezó a hablarle para preguntar dónde iba a dejar unas cosas que tenían escrita la palabra “frágil”. Solo por ello se separó unos instantes para dar las indicaciones. —Detesto ser interrumpido— le dijo al volver ya más calmado, cogiendo su mano para depositar un beso en el dorso. —¿Vienes? Voy a ver el baño. La ultima vez me dijeron que cambiarían la loseta si pagaba todo en una sola parte— le comentó mientras se adentraba en el.
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Mensaje por Invitado Lun Mayo 16, 2016 10:55 pm

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Mi sonrisa se amplió de una manera que irradiaba sensualidad denotando cuanto me gustaba aquel juego que, la mayoría de las veces, comenzaba sin pensarlo pero que ambos compartíamos. -¿Cómo puedes creer que yo, Emanuela Kindelan, haga algo a propósito?- deslicé mi cabello hacia el extremo opuesto de donde se encontraban sus labios besando mi cuello -Es que aun soy una niña chiquita que necesita que le enseñen a tomar la leche... digo, café- mi voz se iba suavizando a medida que respondía y la mueca de picardía afloraba en mis labios. Mi cuerpo se unía mas al suyo, dando un pequeño, casi imperceptible movimiento de cadera que solo él podría detectar. -Los castigos a tiempo, educan mejor- me mordí el labio, su mano se deslizaba lentamente por mi cuerpo estremeciendo cada fibra del mismo con el simple roce. Dos frentes diferente que al chocar provocan ebullición completa. Cerré los ojos para concentrarme aunque sabía que eso no era demasiado factible -A mi tampoco me gusta, no se que esperas para deshacerte de ella- la tensión se hacía evidente en mi vientre y en la dureza que adquirieron mis pezones cuando rozó la tela del sostén. Tenía que concentrarme, recordar el lugar en donde estábamos y con quien, pero ¿Como hacerlo cuando estaban acariciando tu piel con semejante delicadeza? No podía negarme a él que me provocaba incluso con mirarme fijamente, era un imán de seducción del cual no podía ni quería alejarme.

Supuse que algo interrumpiría el momento cuando cambió la luz que daba en mis ojos. Frente al ventanal el sol daba directo a mi rostro y al estar de pie uno de los hombres de la mudanza, taparon el reflejo por lo que abrí los ojos de mala gana. Alcé una ceja cuando este parpadeó un par de veces antes de hablar, parecía concentrado en ver donde estaba la mano del inglés. Claro que éste no se había percatado del detalle o seguramente le hubiera advertido que no tenia permitido mirar demasiado. O tal vez lo hacía adrede, ante su necesidad de mostrar territorio y poderío. De cualquiera de las dos formas, me dio risa la expresión descolocada que puso cuando el castaño le instó para que lo siguiera. Sentí frío por un instante, no por la temperatura sino por la ausencia, pero aproveché a indicarle a otro sujeto que llevaran un par de cajas a la habitación que sería de "huéspedes" u objetos que no entraban en otro lugar. Sonreí al verlo volver y entrelazar mi mano a la suya -Ya te extrañaba- hice un puchero antes de asentir e iniciar el trayecto hacia el baño -También cambiarían la lampara del techo, la luz era muy amarilla y no me gustaba- comenté al cabo.
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Mensaje por Invitado Mar Mayo 17, 2016 8:36 pm

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Apenas y podía contenerse, le encantaba cómo parecía ser la unión perfecta entre inocencia y malicia, cómo por momentos lo hacía sentir que estaba a cargo de todo, para luego caer en cuenta de que acabaría haciendo las cosas como ella quisiera, siempre y cuando continuara mirándolo de aquella forma tan suya, tocándolo o lo que sea que hiciese para dejarlo como loco. —Puede que para comprobarlo tengamos que cerrar la puerta o no podremos apreciarlo bien, ¿no crees? — comentó con naturalidad mientras esperaba a que ella ingresara al baño tras de él, solo entonces cerró la puerta tal cual dijo, y puso el seguro sin dudarlo. Luego tomó su mano para jalarla y hacer que su espalda se pegue a la entrada de madera, cortándole cualquier salida lateral al colocar sus brazos a cada lado suyo. Se sentía ganador aunque era una situación que ambos buscaban.

Tardó en hablar porque prefería besarla, porque estaba lo suficientemente cerca para sentir la respiración de la rubia y eso no ayudaba en nada a la claridad de su propia cabeza, ¿Estaba bien esconderse en el baño? ¿qué importaba si los veían? ¿Realmente era tan grave? Regresó a su mente las palabras que minutos antes ella había pronunciado sobre su blusa y entonces supo que no, no lo era. —¿Por qué eres tan hermosa? Esos hombres van a saber que soy un pervertido y ese era nuestro secreto— Sonrió con aquella socarronería propia de un ganador antes de volverla a besar. Pasó sus manos a los muslos de la neoyorquina aun sobre la ropa, estaba hambriento de ella totalmente, acarició sus caderas y se pegó mas a ella mientras su mano libre volvía a explorar bajo su blusa. Nada lo podía sacar del trance en el que ya la había desnudado mil veces.
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Mensaje por Invitado Sáb Mayo 21, 2016 12:32 am

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No miré hacia atrás para cersiorarme de que nadie se percatara de nuestra ausencia, pronto lo harían y no me importaba en realidad. -Creo que la luz ahora mismo es perfecta- dije con la espalda apoyada en la pared -Puedo ver y apreciar lo mas bello que he visto con cualquier tipo de lámpara- me gustaba halagarlo puesto que realmente me quitaba el aliento cuando sonreía de aquella tan peculiar suya o cuando la chispa en su mirada denotaba malicia. Estaba hechizada por ese londinense de gustos peculiares. Me relamí los labios antes de comenzar una danza suave que a ambos nos envolvía y nos llevaba a otra dimensión, donde lentamente mutaba a una batalla de lenguas salvajes que buscaban ahondar mas en la boca del otro, explorando cada rincón. No era difícil quedarme sin aire cuando estaba cerca de él, fuese por la circunstancia que fuese. Lo acerque mas a mi tomándolo de la cintura de su jean sin permitirle que se apartara un centímetro mas.

¿Para que negar que me gustaba el peligro si así era? Era una sensación placentera que me llenaba de adrenalina y los disfrutaba cada vez más.  Él lo sabia y parecía compartirlo, por eso sacábamos chispas cuando estábamos juntos. Sonreí con picardía ante sus palabras -Porque soy una diosa bajada del Olimpo - guiñe un ojo deslizando mis manos de su espalda a la cintura de su pantalón -¿Crees que no se han dado cuenta ya de que lo eres, con lo que vieron hace un momento?- pregunté mordiéndome le labio inferior, conteniendome de volver a sus labios -Como soy muy buena podría taparte la boca- y eso hice con la izquierda- para que no te envidien demasiado mientras tu disfrutas de tu prometida- lleve la mano libre hasta el cinturón en su pantalón el cual desabroche para continuar con la cremallera y el botón del mismo aún con la otra sobre su boca. Introduje mi mano dentro del pantalón sin quitar la mirada de la suya -Alguien parece haberme echado de menos- la lujuria se hacia presente en mis ojos, mientras mi cuerpo ardía por aumentar el contacto, y como no hacerlo cuando acariciaba mi pecho de aquella forma. La blusa me quemaba la piel, quería tenerla fuera lo antes posible. Lo acaricie con suavidad sobre la tela del boxer, paso a paso para que la intensidad fuera mayor.

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Mensaje por Invitado Lun Mayo 23, 2016 4:47 pm

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Se rió por lo de su reputación ante los sujetos de la mudanza, aún con el sabor húmedo tras aquel beso salvaje. Quería más y la odió cuando empezó hablar aunque en parte le daba risa. —Quizás debimos dejar que vean más, como propina— bromeó antes de que le tapara la boca y quedase endiosada frente él, corrompiendo con sus acciones y palabras cada uno de sus pensamientos. Ni siquiera había notado que la puerta no tenía el seguro puesto pero, ¿quién podría quitarle la mirada de encima a esa mujer? Dejó de acariciarle los muslos antes de jalonear su blusa para desabotonarla de forma rústica, como si no fuese capaz de controlar bien sus movimientos por culpa de aquella mano ajena dentro de sus pantalones. Lo estremecía, avivando aún más su miembro ya erecto.

Apartó de si lo que cubría su boca y fue a besar sus pechos por encima del sujetador, liberando uno de ellos de un solo movimiento mientras sentía el aroma de su piel; cerró los ojos por un momento y recordó en ese segundo mil cosas, cosas tan antiguas como el primer encuentro que tuvieron en su casa de la playa, intenso, cargado de deseo carnal que no se llegó a concretar, y que luego hizo que le pareciera tan delicada que fue incapaz de engañarla como a otras. —Escucha… sólo un segundo— dejó que su respiración se imponga contra la de ella al mirarla con ojos hambrientos, sujetando su rostro mientras continuaba apretando los labios por aquel cosquilleo en su entrepierna. La otra mano no había escuchado su propia voz y seguía tocando de forma tortuosa cada milímetro de su cuerpo. —Me fascinas— sonrió y fue bajando mientras deslizaba consigo los leggins de la rubia, dejando que sus labios besaran todo el trayecto hasta sus caderas, mordiendo la piel de esa zona antes de llegar a aquel monte de Venus tan exquisito que reposaba bajo sus bragas.

Respirando hondo con todo el morbo del momento a flor de piel. No planeaba quitarle todo, no había tiempo, así que subió como reptando hasta alcanzar la altura de sus senos para apoderarse del que estaba libre mientras exigía a su boca que hidratara la suya o mas bien la secara.
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Mensaje por Invitado Mar Mayo 24, 2016 11:32 pm

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Nos imaginé en un instante a ambos en el sillón que acababan de colocar en la sala, sin importarnos que estuvieran allí observándonos y reí por lo macabro de la situación. No me importaba realmente que alguien pudiera vernos, pero tampoco era de las que lo hacían adrede solo para atraer las miradas ajenas… ¿O sí? Volví a reír –No quiero ocasionar un accidente ni que se rompa algún objeto de los que trajimos, ¿Tu si?- me mordí el labio antes de dejar escapar un gemido débil, mi piel comenzaba a reaccionar ante sus caricias, algo que de a poco se volvía incontrolable. Cuando quería podía ser muy silenciosa, pero a su lado ni siquiera me lo cuestionaba. Sabía que le gustaba. Me encantaba sin dudas que se pusiera feroz, impulsivo, que no le importara que había alrededor, o que la blusa se quedara sin botones, eso me encendía más acelerando el movimiento de mi mano dentro de su pantalón.

Deje la mano que ya no cubría su boca apoyada en la pared, presagiando que necesitaría ayuda puesto que las piernas me flaquearon tras sentir el filo de sus dientes en mi seno. El aire que volvía de piedra mi pezón a raíz de su saliva me hizo estremecer soltando un suspiro prolongado, una debilidad que con gusto compartía con él. Abrí los ojos al escucharlo, sonriendo con lujuria tras sus palabras –Y tú a mí- de a poco iba perdiendo fuerza incluso mi voz que se volvía un susurro. Dejé a Lázaro descansar subiendo ambas manos sobre mi cabeza, el recorrido de sus besos me transportaba a otra dimensión, más caliente, más ardiente, más frenética –Oh Darius…- exclamé olvidando ya lo que sucedía fuera de esas cuatro paredes. Una de mis manos descendió hasta su cabeza para acariciarla, no podía perder el contacto con su cuerpo por mucho tiempo, aunque sea su cabello. Sin pensarlo abrí un poco las piernas, mientras mantenía los ojos cerrados, conteniendo la respiración para no volver a gemir.

Con un movimiento rápido sujeté su camiseta al momento que se erguía para quedar de nuevo frente a mí, quitándole de ese modo aquella prenda para admirar su torso, lo cual no pude hacer demasiado ya que también a mis labios le urgía volver a apoderarse de los suyos como si de una batalla campal se tratase. Nunca me cansaba de besarlo, detestaba que el aire de mis pulmones se acabara tan pronto. Su espalda desnuda era la pista perfecta que mis dedos querían recorrer.

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Mensaje por Invitado Jue Jun 02, 2016 1:27 am

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Inevitable fue que una sonrisa se asomara en medio de aquel beso voraz y agresivo que trataba de no sucumbir ante la falta de aire, dejando que la neoyorquina lo despoje de la camisa, casi prendiendo fuego a la piel de su espalda al tocarlo. La vehemencia lo gobernaba, embravecido, como si aquello fuera el acto más prohibido de todos. Sus labios, eran un manjar que innumerables noches lo había hecho desvelarse sin importar que tan cansado volviera del trabajo, y ahora lo seducían nuevamente, invitándolo a poseer a la dueña de aquella figura irresistible que se contoneaba contra su cuerpo, el cual parecía encarcelarla para tenerla a su merced. Quería gobernar sobre ella, pero en el fondo, tenía claro que ella lo hacía sobre él o de lo contrario no estaría tan encantado con su presencia, con su aliento, con el olor a sexo que emanaba de sus poros. Un movimiento rápido le permitió bajarse los bóxers y atacar su cuello sin piedad, tomándola de las muñecas, deteniéndolas por lo alto contra el frio concreto; aprovecharía la posición en la que estaban para que sintiera lo duro que tenía el miembro por su culpa. Se froto una y otra vez, jugando con su presa voluntaria.

Era morboso, lo sabía y le encantaba. Morboso, placentero y excitante, así era la fricción sinuosa contra la ojiazul, que parecía a penas tener fuerzas en las piernas para sostenerse o esa impresión le daba segundos atrás. La había sentido temblar, pero la fuerza que ejercía para paralizarla buscaba impedir que cediese. Adoraba los momentos en que ella mandaba y lo torturaba de placer, pero ese no era suyo, le pertenecía a él y como tal lo disfrutaba. La mordió. —Ya no aguanto esto— y lamió todo el tramo de su cuello hasta llegar a su barbilla, con lentitud pero al mismo tiempo con intensidad, soltándola para correr con prisa la delgadez de la prenda intima restante y enterrar la yema de sus dedos en los muslos ajenos que luego levantaría para al fin penetrarla sin mucha contemplación. No consideraba que tuviera que tenerlas, se entendía que todo eso era de mutuo acuerdo silencioso al estar embriagados por la lujuria, tanto, que ni se preocupo en usar protección. Lo único que ahora tenía en mente era el delicioso interior de esa mujer. Evitando decir algo, apretó los dientes mientras la miraba por aquella sensación extraordinaria que estaba sintiendo. Todo tenía que estar bien por cosas como esa.
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Mensaje por Invitado Miér Jun 08, 2016 11:56 am

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El mundo parecía haberse detenido en ese preciso instante en que nuestros labios batallaban por no separarse y abarcar un milímetro mas. No había ruidos, ni movimientos, ni personas, ni siquiera una mudanza tras esa puerta que nos encerraba en un infierno de placer que aumentaba con el correr de los segundos. Me tenía acorralada, inhabilitada de poder seguir acariciando ese cuerpo sumamente adictivo y aunque quería poder deslizar mis manos por la suavidad de su piel, me excitaba profundamente el no poder hacerlo, de estar completamente entregada a lo que él decidiera hacer a continuación, presa en el contraste de calor de mi cuerpo y frialdad del concreto. Sabía como llevarme al punto máximo y eso me fascinaba. Cerré los ojos irguiéndome cuanto pude al sentir la fricción, ampliando la zona de contacto de mi cuello con su boca, acortando la distancia entre su dureza y mi pubis. Definitivamente era una deliciosa tortura que me enloquecía.

¿Quien podría negar la química entre estos dos seres que eran capaces de devorarse incluso con la mirada? imposible, incluso un ciego podría notar la chispa que se disparaba al estar juntos. Agradecía que me sostuviera de aquella manera o ya hubiera caído, las piernas no parecían querer mantenerse erguidas por mucho tiempo y a decir verdad ya no aguantaba el calvario de la fricción que ejercía sobre mi sin poder hacer nada -Joder...- pronuncie entre dientes cuando me mordió, eso aumentaba el morbo, a pesar de que no era la primera vez que lo hacía. Cada mínimo detalle activaba un nuevo sensor en mi cuerpo que acrecentaba la temperatura corporal y deseaba mas, mucho mas -Déjame tocarte- le rogué aunque sabía que no me complacería, él mandaba y yo solo disfrutaba. Por fin pude bajar mis manos para colocarlas en sus hombros aunque debí aferrarme a ellos puesto que con el solo roce de sus dedos al deslizar la prenda me hizo sentir escalofríos de placer. Abrí las piernas para luego cerrarlas en torno a su cintura, sintiendo como su miembro entraba bruscamente dentro de mi. La sensación me recorrió el cuerpo completo alojándose en ese botón de placer. Gemí como si fuera la primera vez que me penetraba, demasiado excitada como para contenerme. Busque sus labios, mordiendo el inferior con la respiración entrecortada a la vez que una de mis manos acariciaba su mejilla, mientras la otra se aferraba mas a él. Mis cuerpo se movía al son del suyo en contra de la pared. ¿Se podía estar mejor? No, definitivamente no. El paraíso se había transfigurado dentro de esas cuatro paredes.

No podía dejar de moverme a pesar de que él llevara el control de la situación, aquella mano que en un momento acarició su mejilla ahora se deslizaba por su brazo musculoso, lo apreté un par de veces cuando sentía como el calor aumentaba hasta que la llevé a su espalda y como un gato a punto de caer arañe su espalda. Un ruido fuera del baño me hizo abrir los ojos -No te detengas- le exigí. No me importaba que algo se rompiera o que a ellos mismos les sucediera algo. No podía detenerme.
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