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Mensaje por Invitado Sáb Mar 12, 2016 6:39 pm

Feeling the opposite of falling



Harlem Hospital Center · 12/03/2016 · 21.00 pm

Luz, Oscuridad, términos derivados de la física ahora adquirían un sentido completamente distinto, uno espiritual si tenía que ser específico, alzándose como bandos que conformaban dos grupos tan opuestos entre sí como la noche y el día. La vida se trataba de elecciones, de tomar decisiones y afrontar las consecuencias de aquellos actos, para bien o para mal sin embargo es lo que todos hacían o al menos debían de hacer.

Él no era inmune a aquella filosofía y es que una serie de eventos le habían llevado hasta el punto en el cual se encontraba, donde se encontraba en un nuevo inicio y donde sus decisiones nuevamente eran requeridas para avanzar o retroceder, según fuese el caso. Y había elegido, conforme a lo que consideraba que era lo adecuado para él, lo que funcionaba, lo que quería y por sobre todo, lo que reconocía como algo propio a su existencia…La oscuridad.

Todos tenían claro a donde pertenecían, y en el pasado él sabía que era algo de lo cual jamás obtendría respuesta concreta, sin embargo la vida, o mejor dicho la ausencia de ella fue la decisiva para un sujeto como Wilhem, la prueba que le dio sentido a su existencia y que le mostró el camino a seguir, uno para el que estaba particularmente condicionado sin haberlo esperado jamás, sin saber que era posible. Vivir una vida que no era la suya, pero que sentía tan propia como lo era su cuerpo en aquella realidad era lo que sentía que debía de hacer y es lo único que necesitaba saber, entender.
Le pareció pertinente llegado a cierto punto el considerar retomar su trabajo como Enfermero debido a la ventaja que aquello suponía, primero que todo porque le ofrecía una forma de pasar el tiempo, obtener dinero y también, en gran parte, por el hecho de que le permitía acceder a registros, sitios e información que podrían ser de ayuda en algún momento y es que era alguien que siempre estaba pensando en el futuro, en cómo sacar ventaja de las situaciones y por sobre todo no dejarse sorprender, algo que odiaba en profundidad.

El Hospital en el que trabajaba se caracterizaba por proporcionar atención médica a un sector de la comunidad en desventaja económica en comparación al resto, por lo cual era de esperar que distintas personas, con características, culturas y pensamientos distintos,  confluyeran en aquel lugar siendo esa la premisa que en primer lugar –y en vida- le transmitiese seguridad e influyese en su decisión de permanecer allí. Caminaba por el ala Norte del lugar el cual pertenecía a Cirugía Electiva, sus pisadas eran suaves y metódicas como siempre mientras las manos descansaban en los bolsillos del pantalón que componían su vestimenta de Enfermero.

Sus ojos oscilaban de un lado a otro mientras personas iban en sentido contrario y otras le rodeaban para pasarle, siempre era un caos debido a que jamás se podía estar tranquilos o descansar, después de todo el ritmo de un Hospital era constante y no descendía. Su meta era llegar al mesón central donde los Enfermeros se reunían, una especie de centro donde se encontraban todos los registros que pudiesen necesitar y es que exactamente eso es lo que buscaba, una ficha para rellenar y dejar constancia de los datos de un paciente que había atendido hace unos minutos atrás. No le faltaba mucho para llegar a su destino por lo cual mantuvo el paso estable, sin variación y con la mirada en alto, donde sus orbes gélidos se fijaron en una silueta que caminaba en su dirección a toda prisa y que no parecía tener la menor intención de hacerse a un lado…y él tampoco, por lo cual el desenlace de aquello no lucía favorable.
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Mensaje por Invitado Dom Mar 13, 2016 3:44 am

Feeling the opposite of falling



harlem hospital center · 12/03/2016 · 21.00 pm



Salvar vidas. ¿Y si una vida no quería ser salvada?.

Saturación en 85 y bajando. Tic, tac. Tic, tac.
— Mierda, no está funcionando el oxígeno. Hay que intubarla. —
Laringoscopio. Traccionó la mandíbula del paciente y automáticamente se abrió. Ingresó el laringoscopio por el lateral, pero se detuvo en el proceso.
— 79, Doctora ¡Hay que intubarla! — La rubia hizo caso omiso, tomó una pinza flexible y la ingresó, las voces a su alrededor fueron bloqueadas por una concentración absoluta, y para cuando estuvo a punto de ser relevada, consiguió sacar un pedazo de concha. ¡Lo tengo! La saturación de oxígeno fue subiendo, y la intubación continuó con éxito.

***
   

Vivir era algo hermoso y valioso, precisamente porque tenía fecha de caducidad y te obligaba a explotarla lo más que se podía. ¿Qué pasaba cuando los años pasaban y simplemente perdías el interés en el mundo?. Conocías todo, vivías cada paso en la evolución del hombre, conocías personas, vivías momentos que enriquecían tu experiencia y al final, no eras tan diferente a un libro de historia. Te secabas, como un triste y viejo roble. Pero Blue se negaba a ser un triste y olvidado roble. De alguna manera, se aferró a la vida y su venganza. No fue difícil cuando tuvo a alguien a su lado, y con el paso de los años, se fueron sumando personas que aunque se contaban con los dedos de una mano, ciertamente eran pilares fundamentales en tierra. Personas importantes, que corrían peligro por las mismas cosas que le arrebataron su posible felicidad.

Miedos.

El buzón de voz volvió a saltar. No era una sorpresa que Índigo no constara su móvil. Tal vez comenzaría a implementar el servicio de lechuzas para ubicar a su amiga. Metió el móvil nuevamente en su bata y se escurrió hacia la azotea. La noche escarchaba, y como el peor hábito de un drogadicto, ella no podía manejar muy bien los momentos de estrés sin algo de nicotina. Su único vicio. Encendió el pistillo y le dio una profunda calada, dejando que el viento se llevara la evidencia. La tranquilidad le pareció perfecto, hasta que un escalofrío le recorrió la piel sensible de la nuca. Rápidamente se giró mirando a su alrededor. Todo estaba calmado, pero el rastro llegó hacia ella. Un rastro brumoso y oscuro que la hizo moverse con rapidez. La sombra saltó escurriéndose por las bisagras de la puerta, pero ella no lo dejaría escapar. Apagó el cigarro y emprendió la carrera por las escaleras. La sombra corría, se escurría casi como un ratonzuelo, pero cuando doblaron por el pasillo, se detuvo. La forma inconexa comenzó a crecer, a reagruparse. Los jadeos de la rubia eran sonoros en medio del ala silenciosa. Oh, ¿Intentando acorrarlarme? Eso no es jugar limpio. Espetó con falsa joconería. Supo de inmediato que esa sombra estaba a punto de materializarse. Lo sabía, lo presentía por el frío que calaba sus huesos, su médula. No iba a permitírselo. Corrió hacia la sombra, con su mano hundida en uno de sus bolsillos y de allí sacó una botella pequeña y la arrojó contra la sombra, haciendo que el líquido impactase contra las partículas en formación y estas se disipasen.

La sombra se desperdigó por el lugar, huyendo, pero la rubia lo siguió a toda marcha, hasta doblar en otro de los pasillos. Su suerte no podía ser la peor cuando divisó a la única persona en su camino, una persona rodeada de una maldita y espesa aura oscura. Brumosa. Pero no se detuvo, la sombra se había escurrido detrás de él, recogiendo partículas para unificarse de nuevo. Muévete. Advirtió con voz calma pero gélida, su mirada fija en el miedo que iba tomando forma. Una forma que no quería ver, no nuevamente.
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